En nuestro vocabulario habitual utilizamos más de una expresión o frase hecha, y de vez en cuando, la curiosidad me lleva a buscar el significado de alguna de ellas. En uno de sus viajes por el mar mediterráneo, Ulises, a su vuelta de la guerra de Troya tuvo que hacer frente a unos de los peores miedos que surcaban los mares en esa época, las sirenas, que se decía que a causa de su belleza y de sus cánticos celestiales, enamoraban a los marineros que hipnotizados con su voz se sentían atraídos y hacían chocar sus barcos contra las costas y morían ahogados en sus aguas. Se veían obligadas a utilizar su influjo porque si algún hombre era capaz de oírlas pero no se sentía atraído por ellas debía morir. Ulises atraído por su curiosidad y sus ansias de ser único, le preguntó a Cirse, diosa griega de la magia, si había alguna manera de poder escuchar esos cánticos y no morir en el intento. Ella le dijo que en el momento de pasar por la zona de influjo de las sirenas, los marineros le ataran al mástil principal, que se pusieran cera en los oídos y les ordenara que vieran lo que vieran no le desataran. Ulises hechizado por la bella música, suplicó que le soltaran pero los marineros no hicieron caso y de esa manera Ulises pudo escuchar la música sin sufrir ningún daño. Pero ese hecho hizo que una de las sirenas tuviera que morir, y la elegida fue Parténope, que se lanzó al mar donde murió y su cuerpo fue arrastrado hasta la costa donde fue enterrada con grandes honores. En su honor se construyó un templo y a su alrededor un pueblo con su nombre que con el tiempo derivó a la que ahora es conocido como Nápoles. Detrás de esta bonita historia conocemos la expresión “Cantos de sirenas”, que se utiliza para designar un argumento construido con palabras agradables y convincentes, pero que el fondo es para intentar seducir o engañar.
En nuestro día a día como gestores, tenemos una gran cantidad de información que debemos saber tratar. Como hizo Ulises debemos atarnos al mástil y aunque escuchemos esos cánticos de sirena sepamos conseguir distraerlos y canalizar la información importante para nuestra toma de decisiones. El mercado, al igual que las sirenas, no está diseñado para asustar al inversor sino todo lo contrario, para atraerlo y conseguir atraparlo con sus cantos de sirena prometiendo grandes fortunas. Siempre encontraremos discursos que nos inviten a formar parte de él, los periódicos están llenos de reclamos con analistas que ponen grandes revalorizaciones de acciones, enormes potenciales de beneficios y muchas recomendaciones que nos ponen los ojos como platos y que nos hacen creer que es fácil ganar, que es un juego de niños.
Titulares que empiezan con “Potencial del 40%” hace que nos tomemos un tiempo en leer el articulo y sin tener ni idea de lo que diga, como nos gusta, aprobemos lo que ese experto nos está diciendo. Quien no ha escuchado alguna vez a algún cliente diciendo que seguro que él lo haría mejor que tú, que si hubiera comprado Amazon, Apple o alguna de esas tecnológicas raras ahora tendría tropecientos mil dineros, vaya, que seria millonario y que contigo, experto gestor, le da la sensación que lo único que hace es perderlo. La información que recibimos nos intenta seducir, mostrándonos las acciones que mejor se han comportado y el porcentaje de beneficio que habríamos obtenido si le hubiéramos hecho caso a ese analista que escribe este articulo después de que todo haya pasado, claro. Quien no ha recibido una llamada de un cliente y nos ha dicho, ayer la compañía Pirámides del amor hermoso subió un 25%, ¿porque no compraste? En esos momentos coges aire y respondes con argumentos que siguen la línea de diversificación, perfil de riesgo, momento de mercado y todos ellos con un sentido claro hacia la preservación del capital. Nunca o pocas veces recibes una llamada agradeciendo no tener esa acción que ha quebrado y que ahora vale 0, porque se presupone que debes saberlo o que estaba claro que no valía nada.
Pero los clientes tienen clara una cosa, tú eres el experto y te pagan para que les ganes dinero. Muchas veces te enseñan un gráfico y te dicen que porque no has comprado aquí y has vendido allá, señalando el mínimo y el máximo del gráfico, como si eso fuera fácil. También están las típicas preguntas que denotan que se está enganchado con una acción, me refiero a que están perdiendo dinero, y no es otra que “esta acción no puede caer más, ¿no? Y es entonces cuando se vuelven en accionistas de largo plazo, utilizando expresiones como “yo a este precio no vendo, y si cae más compraré más, la verdad es que tampoco necesito este dinero”.
Una de las creencias más extendidas en el universo de la inversión es tender a comprar acciones que han caído mucho o que están en mínimos frente a otras que están en máximos. Si le hacemos esta a pregunta a cualquier inversor, habrá un porcentaje muy elevado que tenderá a comprar la que ha caído mucho frente a la que ha subido mucho. Nos es más fácil creer que si ha estado por encima del precio actual, es más probable que vuelva a alcanzarlo. Bajo mi experiencia, en algunas ocasiones puede darse esa premisa pero el tiempo me ha enseñado que es mejor comprar acciones con fuerte tendencia alcista de fondo que estén marcando máximo tras máximo. Creo que es igual de complicado acertar el mínimo de una acción como su máximo, ya que lo más probable en los dos casos es que la tendencia de fondo se mantenga durante un tiempo, por lo que veo más fácil ganar comprando una acción y que siga su tendencia alcista que comprar una acción que está en caída y pensar que a partir de mi compra la tendencia va a revertir y empezará a subir.
También es curioso como tendemos a buscar argumentos que nos den la razón en nuestra toma de decisiones y borrar de nuestra mente o tender a infravalorar las que no nos gustan o no nos dan la razón. Cuando compramos alguna acción, tendemos a buscar aquellas noticias que nos den justificaciones positivas porque así creemos que estamos en lo cierto. Una de las cosas más difíciles de este trabajo es saber asumir pérdidas, asumir que nos hemos equivocado y es por ello que nos aferramos a cualquier noticia que nos haga pensar que vamos a salir victoriosos. En muchas ocasiones estos errores sino se cortan a tiempo pueden llegar a ser muy perjudiciales.
La única verdad en todo esto es que no hay nadie con la verdadera fórmula para ganar siempre, esa es la realidad del mercado, hay que olvidarse de pelotazos y ser lo suficientemente humilde para saber cuando uno se ha equivocado y saber rectificar a tiempo. Entender que cada día es un aprendizaje, que nosotros somos parte del mercado y no los que lo manejamos, por lo que debemos tenerle siempre el respeto que se merece, porque el día que le perdamos el respeto usará cantos de sirena que nos atraparán y nos engullirán mar adentro.